¿La Amenaza Mas Peligrosa a Nuestra Cuenca? La Mala Planificación

En la madrugada del lunes, 1 de junio, San Miguel de Allende experimentó una tormenta dramática. Casas, negocios y propiedades fueron dañados. Las calles fueron arrasadas. Techos se derrumbaron. Más de 2 metros de hielo, agua y lodo bloquearon la calle Santo Domingo. El granizo todavía estaba apilado alrededor de la Luciérnaga 2 días después. Fue una tormenta inusualmente pesada.

¿O era?

Realmente no. Tuvimos 12 cm de lluvia en dos horas el lunes por la mañana. Es común a tener hasta 24 cm. Hubo una sorprendente cantidad de granizo, pero el daño se hizo principalmente por exceso de agua, no por hielo. En realidad, fue una tormenta de verano muy típica.

Para entender por qué fue tan destructivo, necesitamos observar la geografía del área y cómo la hemos afectado con una planificación deficiente y con falta de conciencia ambiental.

San Miguel forma parte de la Sub Cuenca Támbula Picachos. Comenzando en las montañas Picachos, el agua fluye a través del centro de la ciudad por el arroyo del Atascadero hacia la Presa Allende. En el pasado, incluso en las tormentas más fuertes, rara vez hubo daños, ya que gran parte del agua era absorbida; El arroyo del Atascadero, las tierras baldías y los llanos de matorral de la parte alta de la ciudad actuaron como esponja natural, o zonas de amortiguamiento que mitigan a las inundaciones. Sin embargo, recientemente hemos estado cubriendo esa zona con cemento y piedra para nuevos desarrollos, viviendas y polígonos industriales. El agua que habría sido absorbida, cientos de metros cúbicos, ahora fluye directamente hacia la ciudad.

Este efecto se notó por primera vez cuando la Luciérnaga se construyó hace aproximadamente una década. Después de cementar aproximadamente 100,000 metros cuadrados para construir el centro comercial, el flujo de agua a través del arroyo del Atascadero se aumentó de forma alarmante con estimados de hasta 73% mas que antes de la construcción. Desde entonces, el municipio ha seguido autorizando nuevos desarrollos en la zona. No tenemos estudios recientes, pero no hay duda de que el flujo de agua solo ha aumentado como resultado, creando condiciones que pueden provocar inundaciones aún más graves, amenazando propiedades y vidas. También amenaza los mismos desarrollos que están causando el problema. El aumento de agua puede potencialmente poco a poco quitar el suelo debajo, un escenario que ha causado el colapso de la construcción en sitios de todo el mundo, como en Santa Fe, CDMX. Es de interés de todos resolver la situación.

Nosotros, en el Observatorio Ciudadano, tenemos dos sugerencias de cómo prevenir la pérdida de vidas y bienes que inevitablemente vendrán si no protegemos y cuidamos a nuestra cuenca.

Primero, es imperativo que el municipio finalice las regulaciones de zonificación que no solo requerirán estudios ambientales para todos los nuevos desarrollos, sino que también garantizarán que esos estudios se realicen.

Segundo, es igual de imperativo que restauremos el Atascadero a un estado en el que pueda absorber el agua de lluvia con mayor facilidad y eficiencia. Hace unas semanas, escribimos sobre el éxito de la restauración de la cuenca y la reforestación en la comunidad de Doña Juana. Nos gustaría ver un proyecto similar en Atascadero, donde los desarrolladores, el gobierno y los ciudadanos se unan por el bien de todos.

Los Sanmiguelenses estamos orgullosos de nuestro patrimonio cultural y hacemos un gran esfuerzo para preservarlo. Necesitamos hacer los mismos esfuerzos para preservar nuestro patrimonio ambiental.

Gracias a Roger Jones de Regeneration International, Susana Alonso de Preservación San Miguel, Henry Miller, fundador de El Maíz Más Pequeño, y al Dr. Pablo Jaramillo, de la UNAM Morelia por compartir sus experiencias, conocimientos, y sabiduría.

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